viernes, 11 de noviembre de 2011

El ideólogo Diego Portales en su cargo como Ministro de Estado. Parte II


Los efectos de saneamiento de la economía, sorprendentemente hasta para el propio Rengifo, fueron inmediatos y en extremo positivos, recuperando el nivel económico perdido por las guerras, a lo largo del gobierno de Prieto. Puso fin a los atrasos en el pago del personal de administración y se regularizó la marcha de las oficinas públicas, al ser Portales el primero en llegar a su despacho y el último en irse, y por inspeccionar, sin previo aviso y a cualquier hora, las oficinas de su dependencia. Al elegirse presidente a José Joaquín Prieto, Portales resultó electo vicepresidente, cargo al que presentó su renuncia inmediata por no considerarse apto, por su indignidad para ocupar la primera magistratura y su preocupación por sus negocios privados, aunque no fue aceptada por el congreso hasta la abolición del cargo en la constitución de 1833. Portales devolvió a la Iglesia Católica todos los bienes eclesiásticos que perdieron durante los años de incertidumbre (1832-1829) por los gobiernos liberales, y se le restableció el diezmo. Pero esto lo hacía no porque fuera un gran creyente, sino porque lo consideraba uno de los pilares fundamentales en que debía basarse el gobierno, pues la Iglesia era la institución más vieja y sólida que había existido en Chile. Pero todo esto siempre con la condición de que la Iglesia estuviese subordinada al gobierno, por medio del patronato. Combatió la delincuencia y el bandolerismo creando policías, realizando batidas a los salteadores y una directa vigilancia a los jueces que encargados de castigar los delitos. Una de sus ideas, abolida años después de su muerte por ineficaz y por repugnar a intelectuales como Andrés Bello y Domingo Sarmiento, fue la de dar castigo a los delincuentes en celdas ambulantes enganchadas a yuntas de bueyes, para darles escarmiento público. Esta institución conocida como "los carros", más la revigorización de la pena de azotes y la prohibición de las tabernas populares (chinganas), constituyeron un entronque republicano con la tradición colonial de someter con total mano dura a las clases populares.

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