viernes, 11 de noviembre de 2011

Motín de Quillota


El ambiente alrededor del ministro se enrareció, sus medidas extremas le granjearon la animadversión de muchos de los soldados, que no entendían las razones de la guerra y creían que era sólo para depurar al ejército de los liberales que aún había en él. En el mismo mes de los fusilamientos se había acantonado en Quillota el batallón Maipú, al mando del coronel José Antonio Vidaurre. Portales había confiado en las capacidades de este militar y le entregó toda su confianza, pero desafortunadamente para él, Vidaurre no era precisamente un modelo de lealtad. Entró en contacto con los conspiradores contra el gobierno, decidiéndose a dar un golpe en Valparaíso, apoderarse de la escuadra, y si no se le plegase el resto del ejército, huir con las naves al Perú. Vidaurre decidió colocarle una trampa al ministro, ante el temor de que hubiera descubierto su conspiración. Si fracasaba en su plan sabía que el único en el país que se atrevería a fusilar a un coronel era Portales. El 2 de junio llegaba el ministro al lugar, yendo a saludarlo de inmediato el coronel Vidaurre. Al día siguiente empezó a pasar una revista general. El coronel mandó en ese momento a que parte de su regimiento (que no estaba siendo revisado), se dirigiese al flanco izquierdo, formando un cuadro en el que encerraron a Portales y su comitiva. La noticia del motín llegó a la capital el mismo día que se firmaba el acta, despachando de inmediato el gobierno a los cívicos y soldados, mientras en Valparaíso Manuel Blanco Encalada preparaba la defensa de esa ciudad. Alarmado porque la revolución no se propagaba, intentó como último recurso obligar a Portales a escribir una carta a Blanco Encalada para que rindiera la plaza. Donde Portales accedió, ya que su vida estaba en juego. Blanco rechazó terminantemente la petición de la carta. Cuando Vidaurre les leyó la respuesta de Blanco a sus compañeros, se decidió la suerte de Portales, ya que su vida ya no era de utilidad. Florín esperó al mensajero de Vidaurre, que debía traer la confirmación del destino de Portales. Cuando esta llegó, se dirigió donde se encontraba, ordenando hacer fuego contra el ministro.Donde en la madrugada del día 6 de junio de 1837, el ministro Diego Portales fallece, tras ser baleado a "quema ropa" por los soldados sublevados. Los cuales posterior a este hecho fueron derrotados por las fuerzas de Blanco Encalada en el combate del Barón. Los soldados del Regimiento Valdivia encontrarían los restos del ministro, los que fueron trasladados a Santiago y enterrados en la Catedral. Los oficiales amotinados fueron capturados y ejecutados. En el centro de la Plaza de Armas de Quillota se expuso la cabeza del Coronel Vidaurre, y sus brazos se ubicaron en el lugar donde fue ultimado Portales. El gobierno de Chile tras su muerte entraría en la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, inclusive con apoyo popular por considerarse que existió intervención de Andrés de Santa Cruz en la muerte del ministro. La Confederación Perú-Boliviana es disuelta tras la batalla de Yungay.

El ideólogo Diego Portales en su cargo como Ministro de Estado. Parte II


Los efectos de saneamiento de la economía, sorprendentemente hasta para el propio Rengifo, fueron inmediatos y en extremo positivos, recuperando el nivel económico perdido por las guerras, a lo largo del gobierno de Prieto. Puso fin a los atrasos en el pago del personal de administración y se regularizó la marcha de las oficinas públicas, al ser Portales el primero en llegar a su despacho y el último en irse, y por inspeccionar, sin previo aviso y a cualquier hora, las oficinas de su dependencia. Al elegirse presidente a José Joaquín Prieto, Portales resultó electo vicepresidente, cargo al que presentó su renuncia inmediata por no considerarse apto, por su indignidad para ocupar la primera magistratura y su preocupación por sus negocios privados, aunque no fue aceptada por el congreso hasta la abolición del cargo en la constitución de 1833. Portales devolvió a la Iglesia Católica todos los bienes eclesiásticos que perdieron durante los años de incertidumbre (1832-1829) por los gobiernos liberales, y se le restableció el diezmo. Pero esto lo hacía no porque fuera un gran creyente, sino porque lo consideraba uno de los pilares fundamentales en que debía basarse el gobierno, pues la Iglesia era la institución más vieja y sólida que había existido en Chile. Pero todo esto siempre con la condición de que la Iglesia estuviese subordinada al gobierno, por medio del patronato. Combatió la delincuencia y el bandolerismo creando policías, realizando batidas a los salteadores y una directa vigilancia a los jueces que encargados de castigar los delitos. Una de sus ideas, abolida años después de su muerte por ineficaz y por repugnar a intelectuales como Andrés Bello y Domingo Sarmiento, fue la de dar castigo a los delincuentes en celdas ambulantes enganchadas a yuntas de bueyes, para darles escarmiento público. Esta institución conocida como "los carros", más la revigorización de la pena de azotes y la prohibición de las tabernas populares (chinganas), constituyeron un entronque republicano con la tradición colonial de someter con total mano dura a las clases populares.

El ideólogo Diego Portales en su cargo como Ministro de Estado. Parte I

En 1829 estalló la guerra civil entre grupos pipiolos y pelucones, apoyando el grupo de Portales a estos últimos, que estaban encabezados por el general José Joaquín Prieto, que se rebeló desde Concepción con sus tropas contra el gobierno.Cuando todavía se estaba en guerra civil, el recién asumido presidente José Tomás Ovalle necesitaba un hombre para hacerse cargo del gobierno, responsabilidad que nadie quería aceptar, excepto Diego Portales, que juró el 6 de abril de 1830 su primer ministerio, en calidad de ministro de Interior, Relaciones Exteriores , de Guerra y Marina. Once días después se libró la batalla de Lircay que dio el triunfo a la revolución. Durante este primer ministerio que dura dieciséis meses, el ministro se dedica a sentar las bases del autoritarismo, empezando con la anulación de la oposición. José Antonio Rodríguez Aldea, uno de los aliados de Portales, luchaba en la revolución para traer de regresó a O’Higgins, en lo que estaba de acuerdo con Prieto. Pero Portales no deseaba la presencia del libertador, que de seguro provocaría otro conflicto interno, por lo que convenció a Prieto de la inutilidad de ese propósito, y de la necesidad de que el general se encumbrase a la presidencia de la república. Con ese obstáculo soslayado, estaba el del ejército vencido, que aún podía realizar acciones contra el gobierno, por lo que recurrió al uso de las facultades extraordinarias que le había concedido el Congreso de Plenipotenciarios al gobierno el 7 de mayo de 1830. Descabezó el movimiento liberal, con el exilio de todos los jefes que habían participado en la guerra en el bando pipiolo. Ello impresionó a los militares, quienes creían que por su participación en la guerra de independencia no podían ser tocados, recayendo antes los castigos siempre en los subordinados. Para preparar a una nueva oficialidad, decidió restablecer la Academia Militar, antecedente de la actual Escuela Militar, bajo la dirección de Luis José Pereira. Entre las características más destacadas de Portales está su conocimiento de los hombres, poseyendo la rara cualidad de distinguir valores nuevos, y para saber domarlos. La máxima demostración de esa capacidad fue el nombramiento del joven comerciante Manuel Rengifo y Cárdenas en el Ministerio de Hacienda. Se ha dicho ya los problemas causados por el excesivo endeudamiento por parte del estado, a lo que se le sumaba el nulo crecimiento económico durante la independencia y los años de disputa del poder. Rengifo no venía a realizar milagros instantáneos para sanear el déficit, sino que lo hizo con medidas sumamente cautas, pero en extremo hábiles, entre las que se cuenta la reducción del ejército, el sometimiento a un régimen común a las oficinas, la regulación de los decretos de pago, la publicación de los balances de la tesorería, el combate al contrabando, etc.


Cuestión del Sacristán



El problema se inició en el mes de enero de 1856, cuando el presbítero Francisco Martínez Garfias, deán de la Catedral Metropolitana de Santiago, con el apoyo del Arzobispo de Santiago, Rafael Valentín Valdivieso, corrió al sacristán Pedro Santelices, acusándolo de haber roto a pedradas una claraboya de la sacristía, además de beberse con sus amigos el vino de consagrar. Santelices, el sacristán, buscó apoyo en el tribunal eclesiástico para favorecerse de la situación. El tribunal falló a su favor, razón por la que el deán Martínez, recurrió a un tribunal superior en La Serena, el cual enmendó la sentencia recurrida. Esto motivó a los sacerdotes que componían el Tribunal eclesiástico, a someter el conflicto al conocimiento de los tribunales de justicia civiles, que tenían perfecta competencia en estos asuntos debido a que no existía una separación entre el Estado y la Iglesia. La Corte Suprema de Justicia, en uso de sus atribuciones, falló a favor de los clérigos y resolvió que el sacristán volvería a su puesto. La resolución de la Corte no fue reconocida por el entonces arzobispo de Santiago Rafael Valentín Valdivieso, para quien esto suponía aceptar la competencia civil en asuntos eclesiásticos y, por tanto, desistió en reponer al sacristán en su cargo, rebelándose al fallo. De esta forma se exponía públicamente a ser arrestado o desterrado, penas entonces vigentes en Chile y aplicables a aquellas situaciones. El caso muy adecuado para poner en una situación incómoda al presidente Manuel Montt, a quien el clero y los sectores más conservadores de la sociedad se oponían por su visión política. El arzobispo, siguiendo con su estrategia y conocedor del espíritu que animaba al presidente, recurrió a él en su calidad de "Protector de la Iglesia", prerrogativa propia de los Presidentes de la República en la época.
El presidente Montt se encontró con una disyuntiva. Por un lado no podía oponerse a la ejecución del fallo de los tribunales de la República y, al mismo tiempo, comprendiendo que la situación favorecería a sus opositores que buscaban cualquier excusa para alzarse contra su gobierno, pidió a los eclesiásticos miembros del tribunal y al sacristán que depusieran su actitud y se desistieran de su demanda contra el deán. El arzobispo y los clérigos así lo hicieron, y de esa forma pudo terminar el problema, sin que Valdivieso fuese desterrado.
Como resultado de este hecho, muchos conservadores que apoyaban el gobierno de Manuel Montt se distancian de éste por su tendencia patronatista. Gracias a esta lejanía, estos conservadores encontraron apoyo en los liberales que habían sido sistemáticamente excluídos de los gobiernos durante la época llamada República Conservadora. De esta reunión nació la Fusión Liberal-Conservadora, coalición que resultaría vencedora en la elección presidencial de 1861 con José Joaquín Pérez como candidato.


Gobierno de Manuel Montt (1851 - 1861) II

Montt y su ministro del interior Antonio Varas se alejaron de la política tan conciliadora de Bulnes, extendiendo los poderes de emergencia del presidente por un año más, y dando de baja a numerosos oficiales que participaron en la revolución
En elección de diputados y senadores de 1851, los opositores no concurrieron a las urnas, por lo que los conservadores ultramontanos ejercieron tal presión que el gobierno apenas pudo controlar las listas de candidatos.
Dentro del grupo de gobierno, se empezaron a vislumbrar las fisuras entre el grupo más apegado a la iglesia y el más cercano al gobierno. Uno de los primeros choques fue con el ministro de justicia Fernando Lazcano Mujica, que quería que el clero controlase el Instituto Nacional, lo que no causo más que problemas, por lo que Montt lo reemplazo, a pesar de que los ultramontanos querían su retención en el gabinete.
Otro punto de confrontación fue la repartición de los cargos públicos, en que se privilegiaba la competencia de las personas en vez del privilegio de las conexiones familiares, ascendiendo así una numerosa cantidad de hombres nuevos, con el correspondiente malestar de los grupos más aristocráticos y conservadores, quienes veían en ello la formación de una plataforma política personal para Montt y Varas.
El problema principal de este enfrentamiento era el poder de patronato que ejercía el gobierno sobre la iglesia. El Vaticano nunca había aceptado esta situación, y esta postura tuvo su adalid en el arzobispo de Santiago Rafael Valentín Valdivieso, quien empezó a objetar los poderes eclesiásticos de facto que ejercía el gobierno.
Algunas de sus obras durante su gobierno fueron las siguientes: construcción de carreteras, puentes y líneas ferroviarias en el trayecto de Valparaíso-Santiago y Santiago-Rancagua, anteriormente Bulnes construyó la primera línea ferroviaria de Chile, y una de las primeras en Sudamérica, en el trayecto de Caldera-Copiapó, se establecieron los primeros bancos y la Caja de Crédito Hipotecario.
En el área Judicial, se elaboró el Código Civil, obra de Andrés Bello, una de las bases del actual sistema jurídico de Chile.
Además comenzó la colonización del sur de Chile por parte de alemanes, a los cuales se les incentivo con ayuda económica, 5 años después de su llegada, los alemanes ya estaban siendo un aporte a la economía Chilena. Donde el 12 de febrero de 1853 Puerto Montt, en honor al Presidente, para poder enlazar Valdivia, Chiloé y Osorno.

Revolución de 1851

Al inaugurar el mando de Montt el 18 de Septiembre de 1851, se produjo la Revolución de 1851, con el motivo principal de derrocar el gobierno de Montt y derogar la Constitución de 1833 elaborada por Mariano Egaña, la cual estableció un gobierno presidencialista y mono partidista. Todo comenzo con las noticias que se recibieron de que La Serena estaba en revuelta. Esta rebelión había comenzado el 7 de septiembre por los liberales, quienes se apoderaron militarmente de la ciudad, e iniciaron una expedición militar camino a Santiago, pero que sólo llego a Illapel. En otra expedición, las fuerzas rebeldes se enfrentaron a las del gobierno comandadas por Juan Vidaurre Leal, tras lo cual este último inició un sitio de La Serena. Para reprimir la rebelión, el general Bulnes, con un ejército de 3300 hombres, inició la marcha hacia el sur, y tras un enfrentamiento de caballería poco decisivo en Monte de Urrúa el día 19 de noviembre, se enfrentaron las fuerzas del gobierno y los rebeldes el 8 de diciembre en Loncomilla. Probablemente fallecieron unos 1800 soldados, y si bien técnicamente ninguno de los dos bandos obtuvo una victoria absoluta, el general de la Cruz, que comandaba el ejército rebelde, decidió negociar con su primo Bulnes. El 16 de diciembre firmaron el tratado de Purapel, en que a cambio de la rendición de De la Cruz y el reconocimiento de Montt como presidente, se permitiría a los soldados rebeldes reingresar al ejército nacional con sus rangos y posiciones inalteradas, además de una promesa de Bulnes de intentar lograr una amnistía. La noticia de la rendición produjo la desorganización en la revolución de La Serena, tomando las tropas leales al gobierno la ciudad el 31 de diciembre.

Gobierno de Manuel Montt (1851 - 1861) I

Manuel Montt Torres  fue el Presidente de Chile entre 1851 y 1856, siendo reelegido inmediatamente por un segundo periodo entre 1856 y 1861. Durante su período se produjeron dos hechos que buscaron romper la institucionalidad republicana, al inicio de su gobierno ocurrió la revolución o guerra civil de 1851 (la cual sera explicada mas adelante), siendo sofocada en la batalla de Loncomilla, y más tarde en año 1856 la llamada Cuestión del Sacristán, que provoca que muchos conservadores se alejen del gobierno uniéndose a los liberales en la Fusión Liberal-Conservadora.
Su elección presidencial de 1851 fue muy especial, ya que Montt trabajó para el ex presidente Bulnes, siendo su mano derecha, ganándose su confianza, convirtiéndose luego en el candidato oficial del Gobierno conservador del ex presidente Bulnes. Pero siempre tuvo una oposicion, en esta ocacion fue la de los grupos liberales y ultraconservadores, los cuales se junieron con el candidato conversavor de Concepcion, el General Jose María de la Cruz, atacando al candidato gubernamental por todos los medios posibles.
Montt, gracias al apoyo de su grupo político y al aparato del estado, pudo ganar en todo el país, con la excepción de Concepción. En esta ciudad las familias conservadoras dirigentes, vinculadas con los grandes latifundios y ganaderos y encabezadas por el clan Vial, veían como una amenaza y pérdida de poder la llegada de un nortino a la presidencia, que contaba con el apoyo económico de sectores industriales, mineros emergentes, razón por la cual iniciaron protestas y acusaron fraude electoral.