viernes, 11 de noviembre de 2011

Cuestión del Sacristán



El problema se inició en el mes de enero de 1856, cuando el presbítero Francisco Martínez Garfias, deán de la Catedral Metropolitana de Santiago, con el apoyo del Arzobispo de Santiago, Rafael Valentín Valdivieso, corrió al sacristán Pedro Santelices, acusándolo de haber roto a pedradas una claraboya de la sacristía, además de beberse con sus amigos el vino de consagrar. Santelices, el sacristán, buscó apoyo en el tribunal eclesiástico para favorecerse de la situación. El tribunal falló a su favor, razón por la que el deán Martínez, recurrió a un tribunal superior en La Serena, el cual enmendó la sentencia recurrida. Esto motivó a los sacerdotes que componían el Tribunal eclesiástico, a someter el conflicto al conocimiento de los tribunales de justicia civiles, que tenían perfecta competencia en estos asuntos debido a que no existía una separación entre el Estado y la Iglesia. La Corte Suprema de Justicia, en uso de sus atribuciones, falló a favor de los clérigos y resolvió que el sacristán volvería a su puesto. La resolución de la Corte no fue reconocida por el entonces arzobispo de Santiago Rafael Valentín Valdivieso, para quien esto suponía aceptar la competencia civil en asuntos eclesiásticos y, por tanto, desistió en reponer al sacristán en su cargo, rebelándose al fallo. De esta forma se exponía públicamente a ser arrestado o desterrado, penas entonces vigentes en Chile y aplicables a aquellas situaciones. El caso muy adecuado para poner en una situación incómoda al presidente Manuel Montt, a quien el clero y los sectores más conservadores de la sociedad se oponían por su visión política. El arzobispo, siguiendo con su estrategia y conocedor del espíritu que animaba al presidente, recurrió a él en su calidad de "Protector de la Iglesia", prerrogativa propia de los Presidentes de la República en la época.
El presidente Montt se encontró con una disyuntiva. Por un lado no podía oponerse a la ejecución del fallo de los tribunales de la República y, al mismo tiempo, comprendiendo que la situación favorecería a sus opositores que buscaban cualquier excusa para alzarse contra su gobierno, pidió a los eclesiásticos miembros del tribunal y al sacristán que depusieran su actitud y se desistieran de su demanda contra el deán. El arzobispo y los clérigos así lo hicieron, y de esa forma pudo terminar el problema, sin que Valdivieso fuese desterrado.
Como resultado de este hecho, muchos conservadores que apoyaban el gobierno de Manuel Montt se distancian de éste por su tendencia patronatista. Gracias a esta lejanía, estos conservadores encontraron apoyo en los liberales que habían sido sistemáticamente excluídos de los gobiernos durante la época llamada República Conservadora. De esta reunión nació la Fusión Liberal-Conservadora, coalición que resultaría vencedora en la elección presidencial de 1861 con José Joaquín Pérez como candidato.


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