
En 1829 estalló la guerra civil
entre grupos pipiolos y pelucones, apoyando el grupo de Portales a estos
últimos, que estaban encabezados por el general José Joaquín Prieto, que
se rebeló desde Concepción con sus
tropas contra el gobierno.Cuando
todavía se estaba en guerra civil, el recién asumido presidente José Tomás Ovalle necesitaba
un hombre para hacerse cargo del gobierno, responsabilidad que nadie quería
aceptar, excepto Diego Portales, que juró el 6 de abril de 1830 su primer ministerio, en calidad de ministro de Interior, Relaciones Exteriores , de Guerra y Marina. Once días después se libró la batalla de Lircay que dio el triunfo a la
revolución. Durante
este primer ministerio que dura dieciséis meses, el ministro se dedica a sentar
las bases del autoritarismo, empezando con la anulación de la oposición. José Antonio Rodríguez Aldea, uno de los aliados de Portales, luchaba en la
revolución para traer de regresó a O’Higgins, en lo que estaba de acuerdo con
Prieto. Pero Portales no deseaba la presencia del libertador, que de seguro
provocaría otro conflicto interno, por lo que convenció a Prieto de la
inutilidad de ese propósito, y de la necesidad de que el general se encumbrase
a la presidencia de la república. Con
ese obstáculo soslayado, estaba el del ejército vencido, que aún podía realizar
acciones contra el gobierno, por lo que recurrió al uso de las facultades
extraordinarias que le había concedido el Congreso de Plenipotenciarios al gobierno
el 7 de mayo de 1830. Descabezó el movimiento liberal, con el exilio de todos
los jefes que habían participado en la guerra en el bando pipiolo. Ello
impresionó a los militares, quienes creían que por su participación en la
guerra de independencia no podían ser tocados, recayendo antes los castigos
siempre en los subordinados. Para
preparar a una nueva oficialidad, decidió restablecer la Academia Militar,
antecedente de la actual Escuela Militar, bajo la dirección de Luis José
Pereira. Entre
las características más destacadas de Portales está su conocimiento de los
hombres, poseyendo la rara cualidad de distinguir valores nuevos, y para saber
domarlos. La máxima demostración de esa capacidad fue el nombramiento del joven
comerciante Manuel Rengifo y Cárdenas en el Ministerio de Hacienda. Se ha dicho ya los problemas causados por el excesivo
endeudamiento por parte del estado, a lo que se le sumaba el nulo crecimiento
económico durante la independencia y los años de disputa del poder. Rengifo no
venía a realizar milagros instantáneos para sanear el déficit, sino que lo hizo
con medidas sumamente cautas, pero en extremo hábiles, entre las que se cuenta
la reducción del ejército, el sometimiento a un régimen común a las oficinas,
la regulación de los decretos de pago, la publicación de los balances de la
tesorería, el combate al contrabando, etc.
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